Introducción: por qué Europa vuelve a ser tema geopolítico
Desde su origen, la idea de Europa nació para garantizar paz, reconstrucción y prosperidad tras la Segunda Guerra Mundial. En las últimas décadas la Unión Europea logró grandes hitos —el mercado único, el euro y la integración normativa— pero la geopolítica de los años 2020 ha devuelto a la UE al centro de decisiones estratégicas: la guerra de Rusia contra Ucrania, la presión competitiva de China y Estados Unidos, la carrera por la descarbonización y la necesidad urgente de autonomía estratégica económica y defensiva. Estas dinámicas obligan a la UE a redefinir si quiere convertirse en un verdadero global player.
1. Guerra en Ucrania: el motor que reconfigura la política de seguridad y finanzas
La invasión rusa transformó la agenda europea: no sólo medidas diplomáticas y sanciones, sino también inversiones en defensa, cooperación con la OTAN y nuevos instrumentos financieros para sostener a Ucrania. En 2025 la discusión sobre usar activos rusos congelados como palanca para financiar la reconstrucción y la defensa de Ucrania ha provocado un intenso debate legal, político y financiero en la UE —una iniciativa de gran calado que busca movilizar miles de millones para Kyiv pero que plantea riesgos reputacionales y jurídicos sobre el tratamiento de activos soberanos.
Paralelamente, la UE impulsa el Strategic Compass y otros programas para reducir brechas en capacidades militares (movilidad estratégica, ISR, defensa cibernética) con la ambición de estar más preparada hacia 2030. Sin embargo, la opinión pública y encuestas muestran escepticismo sobre la capacidad militar de muchos Estados miembros frente a Rusia, lo que subraya la necesidad de reforzar tanto capacidades como cohesión política.
2. Autonomía estratégica: industria, energía y cadenas de valor
La UE ha acelerado políticas industriales, paquetes de incentivos y reglas de inversión para proteger sectores críticos (semiconductores, baterías, defensa) y reducir la dependencia de proveedores externos. Complementariamente, el Green Deal y la agenda de descarbonización siguen guiando inversiones, pero ahora con una capa geopolítica: la seguridad energética y el control de tecnologías críticas son ya prioridades de seguridad nacional y competencia internacional. El Banco Central Europeo y otros organismos advierten sobre los efectos macroeconómicos de estas transiciones y sobre la necesidad de financiar planes de resiliencia.
3. Relaciones con China: competencia y diálogo condicionado
La relación EU–China en 2025 es simultáneamente económica y estratégica: comercian mucho, pero la UE es cada vez más consciente de riesgos (transferencia tecnológica, subsidios, prácticas que distorsionan el mercado). Bruselas busca gestionar la fricción con instrumentos comerciales (reglas anti-dumping, screening de inversiones) mientras mantiene canales de diálogo —un equilibrio delicado entre confrontación y cooperación. Las visitas y “no-cumbres” diplomáticas reflejan ese intento de recalibrar una relación compleja.
4. Ampliación y vecindad: más Europa, más responsabilidad
Tras el impulso dado por la guerra, 2024–2025 han sido años de movimiento en la política de ampliación: Ucrania, Moldavia y varios países de los Balcanes occidentales han avanzado en procesos de acercamiento y reformas. La Comisión insiste en criterios rigurosos sobre estado de derecho y reformas institucionales: una UE más grande puede ser más influyente, pero también exige mayor capacidad de gobernanza compartida. Las tensiones políticas internas (votos de veto nacionales, intereses bilaterales) siguen siendo el principal freno.
5. Problemas internos: mercados laborales, regionalismos y gobernanza
Las viejas tensiones internas persisten: rigideces del mercado laboral, protección de sectores envejecidos, elevados costes administrativos regionales y debates identitarios que complican reformas estructurales. Estos asuntos, cuando se politizan sin una agenda de reformas creíbles, reducen la capacidad competitiva del continente. Al mismo tiempo, algunos países defienden políticas más activas de industria y formación para responder a la competencia global; la clave será combinar protección social y flexibilidad productiva.
6. España: posición, retos y oportunidades
España, como miembro periférico pero relevante, se enfrenta a varias realidades: renovación industrial y climática (inversiones en renovables y cadena de valor), desafío de cohesión territorial (debates regionales), y la necesidad de mayor proyección diplomática para defender sus empresas en mercados europeos e internacionales. En la arena interna, la calidad del debate público y la transparencia en la gestión siguen siendo elementos que condicionan la confianza ciudadana. España puede sacar ventaja si prioriza educación técnica, transición energética y diplomacia económica activa. Sin embargo esta posición está muy condicionada negativamente por la actual inoperancia creada por la situación política actual.
Conclusión: ¿puede Europa ser un Global Player?
La respuesta es condicional: la UE tiene recursos económicos, innovación y una extensa red comercial; pero para consolidarse como actor global necesita:
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Cohesión política para decisiones estratégicas (financiación, defensa, ampliación).
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Autonomía en tecnologías críticas y energía, sin renunciar a la competitividad.
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Gestión inteligente conjunta de relaciones con potencias (China, EE. UU., Rusia) que combine firmeza y diplomacia.
Si la UE logra traducir reformas internas en capacidad de decisión colectiva, podrá jugar en la liga superior de la geopolítica global. De lo contrario, seguirá siendo una potencia regional con influencia económica limitada fuera de sus fronteras.